En astrología, los matices lo son todo. Más allá del simbolismo clásico y las interpretaciones generales, existe un elemento técnico crucial que define la precisión y profundidad de un análisis astrológico serio y riguroso: los orbes, o lo que es lo mismo, los márgenes angulares de tolerancia de un aspecto. Ese pequeño margen angular entre planetas puede ser la diferencia entre una interpretación vaga y una interpretación astrológica concisa y certera. En este artículo exploramos por qué reducir al mínimo esa angularidad de un aspecto es fundamental para acceder a la verdadera esencia de los ciclos planetarios más destacados, tanto en un gráfico natal individual como en el análisis de cualquier acontecimiento colectivo.
Como es obvio, en muy pocas ocasiones los planetas tienen aspectos o ángulos exactos de 90º para la cuadratura, de 180º para la oposición o de 120º para el trígono. Por este motivo en astrología utilizamos los llamados orbes, que son los márgenes de tolerancia medidos en grados que se permiten para considerar que dos planetas, o puntos específicos del gráfico natal, están formando un determinado aspecto.
Los orbes aceptados pueden variar según la tradición, la escuela, la técnica o el método que utilice el astrólogo, así como por el tipo de aspecto y la importancia de los cuerpos celestes involucrados. En general, suelen aplicarse orbes muy generosos y poco restrictivos. Por ejemplo, a los aspectos denominados "mayores" se les suele conceder orbes más amplios: a la conjunción y a la oposición, entre 8º y 10º; a la cuadratura y al trígono, entre 6º y 8º; y al sextil, entre 4º y 6º. En cambio, a los aspectos clasificados como "menores", se les asignan orbes mucho más reducidos: al semisextil y al quincuncio, entre 2º y 3º; a la semicuadratura y a la sexquicuadratura, entre 1º y 3º; al quintil y al biquintil, entre 1º y 2º.
También se aplican otros factores que pueden aumentar o reducir el margen en grados del orbe, como ocurre con las luminarias (Sol y Luna), a las que se les permite orbes más amplios, de hasta 10º y 12º. Lo mismo sucede si entra en juego el regente del Ascendente, entre otros. Es decir, las posibilidades dentro de los márgenes de tolerancia de un aspecto son siempre amplias y variadas en astrología, pero nunca restrictivas.
Desde hace muchos años no aplico los orbes ya de por sí estandarizados que aparecen indicados en la mayoría de las bibliografías sobre astrología. En su lugar, concedo a los aspectos un margen de tolerancia mínimo, siempre inferior a 2º de arco, con el propósito de percibir y acercarme lo máximo posible a la esencia de los principales ciclos planetarios presentes en el gráfico natal.
De este modo, evito adulterar las señales o guiños que nos transmiten los planetas con sus correspondientes distancias angulares, ya que al utilizar orbes más amplios podemos distorsionar la realidad cíclica imperante en esa franja de tiempo, simulando o alterando la validez objetiva de un estudio serio y riguroso. Esto debilita el resultado final desde un enfoque científico, tanto en el análisis astrológico del gráfico natal de un personaje conocido como de una persona anónima, o sobre un determinado acontecimiento histórico como objeto de estudio o análisis astrológico.
Incluso dentro de la interpretación del gráfico natal, en la mayoría de los casos la persona analizada no percibe la dinámica cíclico-planetaria de los aspectos con orbes demasiado amplios, lo que puede llevar a errores interpretativos importantes, ya que el individuo no se siente identificada con el ciclo planetario que estamos analizando a nivel personal en ese momento.
Hay que tener en cuenta que, si aplicamos los orbes estandarizados, habrá de media entre treinta y veinticinco aspectos en un gráfico natal. Pero si reducimos el orbe a dos grados, por ejemplo, la media de aspectos se quedaría en la mitad, unos quince o doce, facilitando encontrar la esencia angular y, con ello, los ciclos planetarios o aspectos que afectan directamente a la persona base del estudio o al acontecimiento social que estemos analizando, mejorando la calidad y eficacia interpretativa.
Desde un punto de vista práctico, es evidente que no tiene la misma fuerza dinámica una cuadratura con una distancia angular mínima de 89º, 90º o 91º de arco que el mismo aspecto con una distancia angular mucho más amplia. Por ejemplo, es mucho más débil el caudal energético de un trígono aplicativo de 112º, donde todavía el aspecto no se ha formado, ya que no ha llegado a la angularidad exacta de 120º, que es, en esencia, la distancia efectiva de ese aspecto, al igual que la sobrevalorada distancia de 128º o más grados, donde este trígono separativo también pierde toda su esencia y capacidad energética al alejarse del aspecto exacto o pártil correspondiente al trígono, ya que queda muy debilitado e imperceptible.
Es evidente que, cuanto mayor es el orbe que aplicamos a un aspecto, y este progresivamente se aleja de la angularidad exacta, la capacidad energética del aspecto se debilita, afectando por consiguiente a la interacción de los planetas involucrados. El contacto entre los mismos es residual o inexistente, lo que reduce su eficacia interpretativa al no existir, ya que ha sido inflado por ampliar en exceso el orbe del aspecto.
Lo que sí es incuestionable es que, cuanto menor es el orbe o margen de tolerancia en grados de un determinado aspecto astrológico, mayor es la fuerza dinámica del mismo en el gráfico natal y, por ende, en la vida de una persona. Esta influencia también es perceptible en cualquier acontecimiento mundial, convirtiéndose en ambos casos —ya sea a nivel individual o colectivo— en su ciclo planetario afín o ciclo planetario de referencia.
Algunos ejemplos clarísimos de personajes históricos, donde se ha reducido al máximo el orbe de tolerancia hasta llegar a la angularidad exacta del aspecto, los tenemos en Francisco Franco, jefe del Estado español, con un semisextil pártil entre Marte y Júpiter.
Él siempre dijo que era un militar y no un político, recordando constantemente su pasado y crecimiento personal como oficial africanista en aquella colonia española, donde —con la suerte jupiteriana y marciana— fue alcanzando su estatus militar. No es de extrañar, con este ciclo planetario, muy representativo de la élite militar y de muchos grandes generales de la historia.
Adolfo Suárez, presidente del Gobierno de España, presenta una semicuadratura entre el Sol y Venus. Las crisis y la superación de las mismas están en sintonía con este ciclo planetario, y Suárez supo administrar cada una de ellas durante la Transición española, con muchos altibajos que supo encarar.
Napoleón Bonaparte, emperador de Francia, con un trígono pártil entre Marte y Urano, es otro ejemplo evidente. El talento implícito en cualquier trígono fue lo que destacó al pequeño cabo, con su innata capacidad estratégica en el campo de batalla, por su elocuencia táctica, donde, en cuestión de segundos, con la fuerza marciana y la rapidez uraniana, ganó en el tiempo de descuento grandes batallas en los campos europeos que dominó.
Abraham Lincoln, presidente de Estados Unidos, presentaba una sesquicuadratura pártil entre Mercurio y Marte. Está claro que la elocuencia, su ingenio, su capacidad oratoria y la fuerza que impregnaba en cada discurso para convencer a propios y extraños y conseguir la emancipación, así como erradicar la esclavitud en su país, fueron su instrumento vital.
Adolf Hitler, Führer de Alemania, con un biquintil pártil entre el Sol y Neptuno, siempre creyó y soñó, antes de ser el líder de Alemania, que estaba predestinado como salvador y mesías de su país de adopción. Se presentó como el guía de la nación alemana. Ese ciclo marcó su carácter, y muchos lo vieron como un visionario.
Gandhi, líder independentista de la India, con un quincuncio pártil entre Marte y Neptuno, mostró una constancia inquebrantable por la consecución de la independencia de su país. La lucha sin violencia, mediante la desobediencia civil que representaba este ciclo planetario afín a su carácter, fue lo que impulsó el logro de que, en un momento determinado, la India alcanzara su independencia.
Ese mismo principio, trasladado a la astrología mundial, nos describe los principales ciclos planetarios que estaban actuando con mayor fuerza dinámica en cualquier proceso colectivo y, por tanto, en cada proceso histórico. Nos encontramos con clarísimos ejemplos, como el día del inicio de la Segunda Guerra Mundial, donde estaba operativa una semicuadratura entre Júpiter y Urano. La llamaban Blitzkrieg, que significa literalmente “guerra relámpago” en alemán. Esta táctica militar, basada en ataques rápidos, sorpresivos y coordinados con tanques, aviación y tropas móviles, fue usada durante casi toda la contienda por parte de los alemanes para conseguir grandes victorias, como en Polonia o Francia.
La crisis de los misiles de Cuba, con un quincuncio entre Marte y Júpiter, demuestra que el ciclo planetario operativo que estuvo a punto de provocar la Tercera Guerra Mundial entre Estados Unidos y la URSS donde estaban presentes los dos planetas afines a a la guerra y al ataque directo, en este caso con armamento nuclear.
El desembarco de Normandía, con la conjunción pártil entre Venus y Urano, fue la operación militar con mayor infraestructura y despliegue técnico de toda la historia militar de la humanidad. Este ciclo nos habla de la logística venusina y de la rapidez táctica uraniana que marcó el inicio del fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa.
La caída del Muro de Berlín, con la conjunción pártil entre Saturno y Neptuno, representa un ciclo planetario presente en múltiples procesos y movimientos revolucionarios o políticos en Europa del Este. Este ciclo activo en noviembre de 1989 disolvió y puso fin el sueño socialista y la hegemonía de la Unión Soviética.
El accidente de Chernóbil, con la oposición pártil entre el Sol y Plutón, fue el preludio de una catástrofe anunciada. Este mortífero ciclo planetario operaba el día del mayor accidente nuclear de la historia, que costó la vida a miles de personas, con las posteriores consecuencias como las malformaciones genéticas en la población ucraniana afectada por la radiación.
Como hemos podido ver, reducir al mínimo los orbes o márgenes de tolerancia (menos de 2º) permite realizar un riguroso análisis astrológico con aportaciones más precisas y realistas, evitando con ello interpretaciones infladas o vagas, como ocurre cuando los orbes son mucho mayores.
La mayoría de astrólogos, al usar orbes demasiado amplios, distorsionan la realidad cíclico-planetaria con aspectos insustanciales. Al limitar los orbes, se detectan solo los aspectos verdaderamente activos, tanto en los gráficos natales como en eventos históricos.
Ejemplos como el de Franco, Suárez, Napoleón, Lincoln, Hitler, Gandhi, o hechos como la Segunda Guerra Mundial o la crisis de los misiles, prueban que los aspectos exactos son los que realmente marcan la diferencia en una interpretación astrológica coherente, o evidencian la incoherencia manifiesta al abordar artificialmente ciclos planetarios adulterados por un exceso de dopaje angular.