Carlos Morales | Barcelona | 23.10.2025 | 10:30 hrs. 

Investigación astrológica:

Júpiter y el cometa Shoemaker-Levy 9:

explosión en la AMIA

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Hay acontecimientos únicos en el cosmos que quedan plasmados en la historia de la astronomía con eventos ocasionales que solo unos pocos tienen el privilegio de presenciarlos desde la Tierra. En julio de 1994, el Universo nos regaló uno de esos espectáculos: el cometa Shoemaker-Levy 9 colisionó contra la superficie del planeta Júpiter, desatando una serie de explosiones visibles desde nuestro planeta, a millones de kilómetros de distancia. Al mismo tiempo, en la Tierra, Buenos Aires era sacudida por una tragedia devastadora: el atentado terrorista a la AMIA, que dejó más de 80 víctimas mortales. Dos sucesos separados por el espacio-tiempo, pero unidos por un inquietante paralelismo temporal y geográfico, como comprobaremos en este artículo, que no dejará a nadie indiferente y abre una nueva puerta, tanto en la astrología como en la ciencia, que podrá ser desmantelada o incorporada como respuesta inequívoca de la realidad universal, o guiño palpable de nuestro Universo. 



LA COLICIÓN EN JÚPITER:


Entre el 16 y el 22 de julio de 1994, el mundo entero presenció un espectáculo cósmico sin precedentes: la colisión del cometa Shoemaker-Levy 9 contra Júpiter. Fue la primera vez que los astrónomos pudieron observar en directo el impacto de objeto contra un planeta del Sistema Solar. El evento acaparó portadas en todo el mundo convirtiéndo telescopios profesionales y de aficionados en testigos privilegiados de un choque que reveló nuevos secretos del gigante gaseoso.


El cometa fue descubierto el 24 de marzo de 1993 por Carolyn y Eugene Shoemaker y David Levy. Aunque los astrónomos lo observaron por primera vez en dicha fecha, sus cálculos orbitales muestran que el en fechas próximas al 7 de julio de 1992 pasó tan cerca de Júpiter que cruzó el límite de Roche, y las titánicas fuerzas de marea del gigante gaseoso lo fragmentaron en más de veinte pedazos, exactamente en 23 fragmentos, algunos de hasta dos kilómetros de diámetro.


Dos años después, esos fragmentos viajando a más de 60 km por segundo se estrellaron uno tras otro contra el hemisferio sur del planeta joviano. Cada impacto liberó una energía equivalente a millones de bombas atómicas y dejó enormes cicatrices oscuras, más visibles incluso que la Gran Mancha Roja, que permanecieron durante meses como señales inequívocas de las colasales explosiones por el impacto de cada fragmento del cometa .


Más allá del espectáculo, Shoemaker-Levy 9 subrayó un hecho crucial: Júpiter actúa como un auténtico “escudo gravitatorio”. Su inmensa atracción gravitatoria atrae y neutraliza cometas y asteroides que, de otro modo, podrían convertirse en amenazas para la Tierra. Se calcula que la frecuencia de impactos en Júpiter es entre dos mil y ocho mil veces mayor que en nuestro planeta.


La lección no es menor. La extinción de los dinosaurios, hace 66 millones de años, asociada al impacto del asteroide de Chicxulub en el Golfo de México, demuestra lo devastadores que pueden ser estos sucesos. Algunos astrónomos sostienen que, sin Júpiter, los choques de grandes cuerpos contra la Tierra serían mucho más frecuentes y quizá la vida compleja no habría prosperado en nuestro pequeño planeta azul si no existiera nuestro querido y enorme hermano mayor, Júpiter, que nos protege. No es de extrañar que, cuando este hecho astronómico era desconocido hace siglos, los astrólogos llamaran a Júpiter el "Gran Benéfico"; por este motivo no es de extrañar que, por su enorme influencia gravitacional, ahuyente, atraiga o engulla al "mal cósmico" en forma de cometas y asteroides.


Shoemaker-Levy 9 no solo nos mostró el poder destructivo del cosmos, también reforzó la idea de que nuestra existencia depende de delicados equilibrios planetarios. Aquel espectáculo de 1994 sigue siendo, tres décadas después, sigue siendo un clarísimo ejemplo de lo frágiles y afortunados que somos bajo la protección del coloso de gas que vela, en silencio, por nuestra pequeña canica azul.


Cada uno de los 23 fragmentos en el cual se fracturó el cometa fueron nombrados alfabéticamente, según el orden de impacto sobre la superficie de Júpiter que se inició el 16 de julio y finalizó el 22 de julio de 1994 como vamos a ver a continuación: 


16 de julio de 1994: El fragmento A, impactó a las 20:18 hrs. UTC, liberando una energía equivalente a millones de megatones de TNT. La explosión generó una columna de gas caliente que alcanzó alturas superiores a los 3.000 km sobre la atmósfera joviana. Y el fragmento B, fue la colisión detectada poco después del impacto de A, con una liberación de energía similar, creando una mancha oscura visible desde la Tierra. 


17 de julio de 1994: El fragmento C, impactó en la atmósfera de Júpiter, generando una explosión que dejó una marca oscura en las nubes superiores del planeta. Y el fragmento D, fue la colisión observada poco después de C, con efectos similares en la atmósfera joviana. 


18 de julio de 1994: Este es el fragmento más importante y motivo de este artículo: es el fragmento G, fue el más grande de todos ellos, con un diámetro estimado de 2 km. Impactó a las 07:33 UTC, liberando una energía de unos 6 millones de megatones de TNT, quivalente a unas 600 veces el arsenal nuclear total que tienen las nueve potencias con armas atómicas de nuestro planeta. La explosión creó una gigantesca mancha oscura en la atmósfera de Júpiter, similar al tamaño de la Tierra. 


Es mismo día 18 de julio, el fragmento H, también colisionó poco después del G, con una liberación de energía significativa, generando una nueva marca oscura en las nubes jovianas. 


19 de julio de 1994 El fragmento I, impactó en la atmósfera de Júpiter, liberando una cantidad considerable de energía y dejando una marca visible en las nubes superiores del planeta. El fragmento J: fue la colisión observada poco después de I, con efectos similares en la atmósfera joviana. 


20 de julio de 1994 El fragmento L, impactó a las 00:07 hrs, UTC, siendo uno de los más brillantes observados. La explosión dejó una marca oscura en la atmósfera de Júpiter, visible desde la Tierra. Y los fragmentos Q1 y Q2, impactaron a las 20:52 hrs. y 21:33 hrs. UTC, respectivamente. Ambos fragmentos liberaron energía significativa, creando manchas oscuras en las nubes jovianas. 


21 de julio de 1994 Los cuatro fragmentos R, S, T, U, impactaron en intervalos de aproximadamente 10 horas, creando marcas oscuras en la atmósfera de Júpiter. 


22 de julio de 1994 El fragmento W, fue el último de los impactos que tuvo lugar a las 09:53 hrs. UTC. Fue uno de los más brillantes observados, dejando una marca visible en las nubes superiores de Júpiter. 



EL ATENTADO TERRORISTA:


El atentado contra la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) fue el ataque terrorista más grave en la historia de Argentina y el segundo más sangriento de América Latina. Ocurrió el 18.07.1994 a las 09:53 horas, cuando una furgoneta Renault Trafic cargada con unos 300 kilos de explosivos explotó frente a la sede de la AMIA, en la calle Pasteur 633, en el barrio porteño de Once. El edificio quedó completamente destruido. Murieron 85 personas y más de 300 resultaron heridas.


La AMIA era —y sigue siendo— una institución central de la comunidad judía argentina, dedicada a actividades culturales, educativas y sociales. Desde su fundación en 1894, funciona como núcleo representativo de esta colectividad.


Días previos al atentado, los servicios de inteligencia no habían detectado señales claras de amenaza, aunque existía preocupación por la seguridad tras el atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires en 1992, que dejó 22 muertos. Ambas explosiones fueron atribuidas a la organización chií Hezbolá con apoyo logístico y financiero de Irán.


Durante el ataque, el impacto fue devastador: el vehículo-bomba estalló con una potencia que arrasó el edificio de nueve plantas y dañó más de cien construcciones cercanas. Testigos relataron una onda expansiva que se sintió a varios kilómetros. El caos, el humo y el olor a gas dominaron el lugar durante horas mientras los equipos de rescate intentaban sacar cuerpos entre los escombros, que se plasmó con la perdida de 85 vidas y más de 300 heridos.  


Cuando se inicia el proceso investigación con el paso del tiempo nos damos cuenta que fue caótica desde el inicio. El juez Juan José Galeano, a cargo del caso, fue destituido años después por irregularidades. Se demostró que había pagado con fondos reservados del Estado 400.000 dólares al principal testigo, Carlos Telleldín, para que incriminara falsamente a policías bonaerenses y desviar la atención de los verdaderos responsables. Además, manipuló pruebas, ordenó la destrucción de grabaciones judiciales y actuó de forma parcial, lo que llevó al Consejo de la Magistratura a removerlo en 2005 por mal desempeño y violación de los deberes judiciales. En 2015, Galeano fue finalmente condenado a seis años de prisión por encubrimiento y fraude procesal en relación con la causa AMIA.


Con el paso del tiempo, las pruebas apuntaron hacia diplomáticos iraníes y miembros de Hezbolá, entre ellos Mohsen Rabbani, agregado cultural de la embajada iraní en Buenos Aires; Ahmad Reza Asghari, exsecretario de la legación iraní; e Imad Mughniyah, jefe de operaciones de Hezbolá, señalados como organizadores. Según la investigación, el vehículo habría sido estacionado por un militante de Hezbolá identificado como Ibrahim Hussein Berro, quien presuntamente actuó como el suicida que detonó la bomba. Interpol emitió alertas rojas, pero Irán nunca extraditó a los acusados. 


A fecha de hoy, se barajan varias posibles causas sobre el atentado terrorista a la AMIA: la suspensión de la transferencia de tecnología nuclear argentina a Irán, la participación argentina en la Guerra del Golfo y, según el Mossad, los atacantes —vinculados a Hezbolá— llevaron a cabo el atentado como advertencia a Israel, con el objetivo de que dejara de asesinar a sus líderes, mostrando que, si continuaban esos asesinatos, podían responder con ataques similares.


El gobierno argentino de entonces, encabezado por Carlos Menem, fue acusado de encubrimiento. Según las investigaciones y diversas fuentes judiciales, el Ejecutivo habría intentado desviar la causa para evitar tensiones diplomáticas y proteger intereses comerciales con Irán, especialmente en torno a la provisión de petróleo y futuros acuerdos energéticos. También se denunció el pago de sobornos para manipular testigos y ocultar pruebas que comprometían a funcionarios y servicios de inteligencia locales. Estas maniobras incluyeron la destrucción de documentos y la manipulación de evidencias.


Décadas después, la causa sigue sin resolverse del todo. En 2015, el fiscal Alberto Nisman, quien investigaba los hechos y que había denunciado a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner por encubrir a los iraníes, apareció muerto en circunstancias nunca aclaradas. Según su denuncia, el gobierno habría pactado con Irán un memorándum de entendimiento para encubrir a los acusados a cambio de beneficios comerciales y energéticos. Su muerte, ocurrió horas antes de presentar las pruebas pertinentes ante el Congreso, apunta según distintas hipótesis a un asesinato vinculado a sectores de inteligencia del Estado o a intereses políticos internos.


Como todos sabemo el inmueble anterior quedó totalmente destruido por la explosión, por lo que tuvo que demolerse por completo. En el mismo lugar, la AMIA decidió levantar un edificio totalmente nuevo, con otra estructura arquitectónica, mejores medidas de seguridad, que se construyó desde cero entre 1996 y 1999.


Cada 18 de julio se realiza un acto conmemorativo en el lugar. A día de hoy, el atentado continúa impune, símbolo del fracaso tanto político como judicial argentino ante el terrorismo internacional.



LA SINCRONICIDAD ASTROLÓGICA:


Como buen aficionado a la astronomía, años más tarde, y desde un punto de vista puramente astronómico, quise documentarme y obtener toda la información necesaria para conocer más a fondo los espectaculares sucesos del impacto de los fragmentos del cometa Shoemaker-Levy 9 en la superficie de Júpiter, buscando, como es obvio, toda la información astronómica necesaria. Repito: única y exclusivamente a nivel astronómico.


Pero cuál fue mi sorpresa cuando, por mera casualidad, compruebo en diferentes fuentes navegando por internet que el día en el cual tuvo lugar el impacto del mayor fragmento del famoso cometa en la superficie del gigante gaseoso —el 18.07.1994— ocurría, apenas 5 horas y 20 minutos después, la explosión de un coche bomba en el edificio de la AMIA, en Buenos Aires.


Hasta ahí, una persona escéptica como yo, que necesita indicios sólidos para dar por válido un determinado hecho, dio a esta “casual” sincronía de dos acontecimientos totalmente dispares sucedidos en dos planetas sumamente lejanos la mera respuesta de la mera casualidad. Y es así como en mi mente quedó, como algo anecdótico y sin visos de ir más allá. Simplemente me centré en analizar astrológicamente las configuraciones planetarias que estaban presentes en el lamentable atentado terrorista a la AMIA y en conocer cómo se había desarrollado el mismo, uniendo los hechos o acontecimientos históricos y la astrología, como he hecho durante años, y más concretamente centrado en los ciclos planetarios.


Pero sí es cierto que, desde aquel momento y en multitud de ocasiones, me venía a la mente aquella peculiar coincidencia astronómica y el atentado en sí, en modo reflexivo a la par que analítico, para poder conjugar aquellos dos acontecimientos. Es más: en 2017 empecé a escribir este artículo como esbozo para publicarlo en esta web, pero siempre quedó ahí sin hacerse público porque no creía que tuviera la fuerza suficiente dentro del colectivo astrológico para darle la relevancia necesaria. Y ahí siempre quedó, asomado por un instante sin ser publicado en la web, donde, en ocasiones, aparecía el título inicial "Júpiter y el cometa Shoemaker–Levy 9".


Fue a principios de octubre de 2025 cuando decidí volver a ojear todo lo concerniente a ambos eventos: repasé las imágenes de la colisión de cada uno de los fragmentos, maravillándome de la potencia colosal de los mismos en las imágenes, y en un clic me di cuenta de que las colisiones del cometa se dan en el hemisferio sur de Júpiter. En ese momento, en un repentino flash, fui consciente de que Argentina se sitúa en el hemisferio sur de la Tierra.


Sin pensarlo, empecé a buscar la información necesaria en las publicaciones científicas que documentaban todas y cada una de las colisiones y, eureka: el fragmento G, el más grande, que tuvo lugar el mismo día que se produjo el atentado terrorista de la AMIA, lo hizo a 44º de latitud sur de Júpiter. No daba crédito al respecto: comprobé que todas las colisiones de los fragmentos tuvieron lugar en el hemisferio sur de Júpiter, el mismo hemisferio donde está situada Argentina. Para más inri, la zona de la colisión del fragmento más grande se situó aproximadamente a 44º de latitud sur*, mientras que Buenos Aires está a 34º de latitud sur — solo 10º de diferencia, casi en la misma franja geográfica. No daba crédito alguno. No podía creer que pudiera haber tanta precisión astronómica proyectada, pocas horas después, en un atentado aquí, en la Tierra, a 778 millones de kilómetros del lugar de la colisión del fragmento más grande del cometa en Júpiter.


Lo más llamativo es que el planeta Júpiter, desde el punto de vista astrológico, siempre ha estado vinculado a las tradiciones y valores ancestrales: las creencias, la fe, los escritos y los rituales religiosos, sea cual sea la corriente que las profese; en este caso, el judaísmo.


Es evidente que el ataque terrorista perpetrado iba dirigido a demoler o atacar deliberadamente el corazón cultural del edificio que albergaba a personas unidas por un mismo ancestro cultural en la capital argentina; es decir, atacaba los cimientos culturales del judaísmo y del colectivo que los sustentaba en ese momento, en la sede neurálgica del corazón de Buenos Aires.


Es evidente que si el impacto cometario se hubiera producido en otro planeta, por ejemplo Venus o Marte, estaríamos hablando de un atentado terrorista localizado en otro centro de actividad. En el caso de Venus, sería en lugares como centros comerciales o lúdicos, así como fábricas, empresas de productos químicos o minerales, o centros de logística de cualquier tipo.


En el caso de Marte, el atentado hubiera sido perpetrado contra centros militares o hubiera involucrado a los cuerpos y fuerzas de seguridad de un Estado. Las posibilidades habrían sido variadas según el planeta y las analogías astrológicas vinculadas al mismo. En el caso de Júpiter, es obvio que el lugar elegido habría sido un centro religioso, cultural o una sede judicial.


Está claro que la ciencia negará cualquier vínculo causal, pero la coincidencia temporal, geográfica y simbólica de este evento astronómico invita a reflexionar al respecto, además de preguntarnos: ¿es posible que determinados eventos cosmos y determinados acontecimientos humanos estén conectados de formas que aún no comprendemos del todo? O, lo que es lo mismo: ¿los eventos astronómicos del Sistema Solar pueden repercutir directamente en procesos colectivos aquí en la Tierra?


Si la astrología, desde hace siglos, ha generado cierta reticencia en el mundo científico, es porque, según ellos, choca frontalmente con el método científico. Método que, por otro lado, no se ha aplicado para corroborar la validez o no de los fundamentos astrológicos —puesto que los postulados que utiliza (planetas, casas, aspectos, etc.) sostienen que existe una relación estrecha entre el cosmos y la humanidad—, y ninguna de las dos partes ha querido cuantificarla científicamente, aportando o descartando, con las pruebas pertinentes, si los astros influyen o no en la psique humana y en los acontecimientos sociales que se generan, ahora tenemos que añadir a todo esto la vinculación de determinados eventos astronómicos con procesos sociales o históricos, donde se abre una vía nueva en la exploración astrológica y ofrece al mundo científico otra evidencia desconcertante, susceptible de ser analizada y contrastada, como hemos mostrado en este artículo.

*La publicación en NASA SCIENCE menciona que las zonas  de impacto del fragmento G (y también D en imagen comparativa) se ubican a -44° de latitud sur.
https://science.nasa.gov/resource/comet-shoemaker-levy-9-fragment-w-impact-with-jupiter/?utm_source=chatgpt.com


En la web del proyecto SL9 y en varias fuentes se indica que los impactos ocurrieron “justo al sur de la Banda Templada Sur de Júpiter” (South South Temperate Belt), lo que coloca la zona de impactos en latitudes medias del sur (-40° a -50° S).
https://www.cv.nrao.edu/~pmurphy/patsl9.html?utm_source=chatgpt.com

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