La astrología, tras su clara separación de la astronomía a finales del siglo XVIII y principios del XIX, emprendió su propio camino durante el siglo XIX hasta el presente, evolucionando como práctica cultural, espiritual y comercial. Aunque perdió su estatus académico y científico, no desapareció; al contrario, se adaptó a los cambios sociales, encontró nuevos públicos y se transformó en una herramienta de autoconocimiento y entretenimiento.
En el siglo XIX, la astrología experimentó un resurgimiento, aunque ya desvinculada de la ciencia oficial. La Ilustración había relegado la astrología a un segundo plano, pero el Romanticismo, con su énfasis en la intuición, lo espiritual y lo individual, creó un ambiente propicio para su retorno. En Europa, especialmente en Inglaterra y Francia, la astrología se revitalizó como parte de un interés más amplio por el ocultismo y el esoterismo.
En el Reino Unido figuras como Raphael (Robert Cross Smith) y Zadkiel (Richard James Morrison) popularizaron la astrología a través de almanaques astrológicos, como el Raphael’s Almanac (desde 1827). Estos libritos ofrecían predicciones anuales, consejos agrícolas y horóscopos básicos, accesibles para las clases trabajadoras. La astrología se volvió un entretenimiento popular, aunque criticada por la élite intelectual.
En paralelo, el ocultismo francés, influido por Éliphas Lévi y su fusión de astrología con cábala y tarot, atrajo a círculos intelectuales y artísticos. La astrología se asoció con movimientos místicos, alejándose de su pasado astronómico.
Su prestigio académico estaba perdido, pero ganaba terreno entre el público general. Era vista como una curiosidad o una reliquia supersticiosa por los científicos y racionalistas, mientras que para las masas y algunos románticos era una forma de conectar con lo trascendente en la era de industrialización.
El siglo XX marcó una transformación profunda de la astrología, impulsada por la psicología, la cultura de masas y la globalización. Se consolidó como una práctica moderna, accesible y comercial, con altibajos en su aceptación.
A principios del siglo, la teosofía, liderada por Helena Blavatsky y Annie Besant, integró la astrología en un marco espiritual que resonó con el interés por el inconsciente. Carl Gustav Jung, psicólogo suizo, dio un impulso clave al vincular la astrología con los arquetipos y el simbolismo del inconsciente colectivo. En libros como Psicología y alquimia (1944), Jung usó cartas natales para explorar la psique, legitimando la astrología como herramienta introspectiva. Esto atrajo a intelectuales y marcó su giro hacia el autoconocimiento.
En 1930, R.H. Naylor publicó el primer horóscopo de periódico en el Sunday Express británico, tras predecir un accidente aéreo. Este formato, basado en el signo solar, simplificó la astrología y la llevó a millones de personas. Revistas como Vogue y diarios en todo el mundo adoptaron esta práctica, convirtiéndola en un fenómeno de masas. Por ejemplo, en Estados Unidos, los horóscopos se volvieron un estándar en los periódicos durante la Gran Depresión, ofreciendo consuelo en tiempos difíciles.
Astrólogos como Alan Leo (1860-1917) modernizaron la práctica con un enfoque psicológico y accesible, fundando asociaciones como la Astrological Lodge of London. En paralelo, Cyril Fagan promovió la astrología sideral en los años 1940, ajustada a las constelaciones reales, mientras la mayoría seguía con el zodíaco tropical ptolemaico.
En el siglo XX, la astrología fue aceptado y odiada al mismo tiempo: por una parte era ridiculizada por la ciencia, como en el manifiesto de 1975 de 186 científicos contra la astrología en The Humanist), pero abrazada por el público en general. En los años 60 y 70, la contracultura y el movimiento New Age la revitalizaron, asociándola con la espiritualidad alternativa. Figuras como Ronald Reagan, el presidente de los Estados Unidos, junto a su mujer Nancy Reagan consultaron a astrólogos durante su presidencia en los años 80, dando muestras de su influencia incluso entre las élites.
Desde el año 2000, la astrología ha experimentado un renacimiento masivo, impulsado por internet, las redes sociales y un cambio cultural hacia lo personal y lo espiritual en un mundo tecnológico. Plataformas como Twitter, Instagram y TikTok han hecho de la astrología un fenómeno viral. En 2019, un artículo de The Atlantic señaló que la astrología había alcanzado cuotas de popular que nunca entre los jóvenes, con un mercado de apps astrológicas valorado en millones de dólares.
Además del enfoque psicológico, hay corrientes como la astrología evolutiva (Jeffrey Wolf Green), que ve la carta natal como un mapa del alma, o la astrología humanista, enfocada en el crecimiento personal. También han surgido debates sobre incluir a Ofiuco como un decimotercer signo, aunque sin consenso. Los tránsitos planetarios, como el retorno de Júpiter y Saturno o las retrogradaciones de Mercurio, dominan las conversaciones en los foros o redes sociales como nunca.
Hoy, en 2025, la astrología goza de una aceptación amplia pero polarizada. Una encuesta de YouGov (2018) reveló que el 27% de los estadounidenses cree en la astrología, y entre los menores de 30, el porcentaje sube al 40%. Es un negocio próspero: libros, consultas (que pueden costar 100-300 dólares) y merchandising astrológico generan ingresos significativos. Sin embargo, sigue siendo marginal en círculos académicos y científicos, vista como pseudociencia. En la cultura pop, es omnipresente: desde memes sobre "Mercurio retrógrado" hasta influencers como Susan Miller, cuya web Astrology Zone recibe millones de visitas mensuales.
La astrología ha pasado de ser una práctica predictiva (como en los almanaques del XIX) a una herramienta introspectiva y narrativa. En el siglo XIX, se centraba en eventos externos (cosechas, guerras); en el XX, con Jung y Leo, se volvió psicológica, explorando la personalidad; y en el XXI, se utiliza como un instrumento de autoconocimiento y de autoayuda para superar los retos de estas sociedad en continua dinámica y en continua evolución. La incorporación con el descubrimiento astronómico de los denominados planetas modernos (Urano, Neptuno, Plutón), han ampliando su simbolismo: Urano como innovador, Neptuno como espiritual, y Plutón como transformador. También ha adoptado enfoques globales, integrando elementos de la astrología védica o china en Occidente.
Desde el siglo XIX hasta hoy, la astrología ha evolucionado de una curiosidad romántica a un fenómeno global, adaptándose a cada época: almanaques para las masas, horóscopos en periódicos, y ahora apps y redes sociales. Su aceptación ha crecido entre el público general, especialmente entre generaciones jóvenes que la ven como una forma de significado personal en un mundo incierto, aunque sigue sin legitimidad científica. En el mundo astrológico, se ha enriquecido con enfoques psicológicos, espirituales y tecnológicos, manteniendo su esencia como un espejo del cosmos y la humanidad. Actualmente en este siglo XXI, la astrología no solo sobrevive: prospera como nunca.